martes, 30 de abril de 2013

El orgullo del Real Madrid

Yo no he visto ninguna de esas remontadas históricas a las que apelan los madridistas estos días. Jamás vi brincar a Juanito saliendo del césped, vibrando por haber redondeado una noche de ensueño. El miedo escénico, lo llamaban. El Santiago Bernabéu era una caldera en la que más de 100.000 espectadores rugían al mismo tiempo que su equipo aplastaba al rival. La grandeza del Madrid se construyó en aquellas gestas, en partidos donde el rival suplicaba piedad. Pero no la había.

Yo nunca vi al Real Madrid remontando en una gran noche Europea. Me cuentan los que sí las vieron, que eso no era de este mundo. Que todo eso se ha perdido. Que aquel Real Madrid era mágico, deslumbrante. Los jugadores sacaban del centro del campo y lo primero que hacían era chutar al arco desde 50 metros. Era una señal: no vamos a dejar de chutar en todo el partido. No va a haber tregua. Nos vamos a dejar la piel igual que se la están dejando en la grada. Porque la camiseta del Real Madrid se hizo blanca no para que estuviera limpia y brillante, sino para que el rival la viera cubierta de sudor, barro y sangre.

Aquel Real Madrid tiene poco ver con el actual, y la afición de ahora no anima ni la mitad de la que lo hacía antaño. Pero en un rincón del Santiago Bernabéu todavía quedan restos de la gloria de tiempos pasados. El Madrid se debe encomendar a esos restos para hacer de esta noche una historia que contar a nuestros descendientes.

Lo dicho, yo no he visto grandes remontadas del Real Madrid en eliminatorias europeas, ni siquiera en Copa  del Rey. Lo más cerca que estuve sucedió en 2006, cuando el Zaragoza goleó de forma inesperada a los blancos por un aplastante e inapelable 6-1. Fue la primera vez que escuche aquello del "Espíritu de Juanito". Casillas invocó a la leyenda madridista durante toda la semana para remontar la eliminatoria. Y apunto estuvo de lograrse. A los 10 minutos, el Real Madrid ya ganaba 3-0 y al comienzo de la segunda parte, Ronaldo metía el cuarto. Sin embargo, el marcador no se volvió a mover, y no fue por falta de ocasiones. El Madrid destrozó al Zaragoza con una casta, una intensidad y una esperanza que pareció mover miles de montañas. Aunque no se consumara la remontada, ese partido quedó para la posteridad, pues se volvió a demostrar que el Madrid de las grandes noches todavía sigue vivo. Sólo hay que despertarlo.

Por eso, siete años después de aquello, hay que creer en lograr la remontada ante el Borussia Dortmund, uno de los mejores equipos de Europa, por juego, por resultados, por la idea que tienen de materializar su fútbol. Por llegar al penúltimo partido de Champions permaneciendo invicto, acabando con el campeón de España y el de Inglaterra. Por haber despojado de su honor a un equipo que soñaba con la Décima y se topó con una exhibición fuera de lo normal. Hoy, 30 de abril de 2013, es día de recuperarlo. No por Juanito, ni por la afición, ni siquiera por conseguir la ansiada Copa de Europa. Es por el orgullo, ese orgullo que lleva años escondido y que hoy debe salir de donde quiera que esté. Hoy el Real Madrid debe demostrar porqué es el Real Madrid. Y debemos creer en que sí lo hará.

Hasta el final, vamos Real.




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