lunes, 14 de noviembre de 2011

San Iker

Se dice y siempre se ha dicho, que la profesión de portero está muy mal vista en el mundo del fútbol. Que un día eres un héroe y al siguiente un asesino a sueldo. Que tus paradas pueden decidir partidos, pero tus fallos hacen perder campeonatos.  Que la “cantada” de un cancerbero siempre va a pesar más que un remate fuera de un delantero. Jamás se premia a los porteros, sólo el mítico Yashin se llevó un balón de oro de tantos que lo merecieron (Peter Schmeichel, Dino Zoff, Gianluigi Buffon o José Ángel Iribar). El portero siempre está solo, da igual las mil murallas que le quieras poner delante.  Una de las únicas ocasiones en las que se les encumbra  es en una tanda de penaltis, donde tiene todas las de perder, donde el azar puede decidir a su favor o a su contra. Donde la intuición vale más que cualquier rasgo que te identifique.  En el momento en el que el cancerbero detiene el penalti, se convierte en el mayor héroe del equipo, del país, del mundo. Miles de porteros han tenido que esperar ese momento (muchos ni siquiera han conseguido llegar a él) para ensalzar su carrera. A uno en concreto no le hizo falta: Don  Iker Casillas Fernández.

Todos conocemos bien su carrera en el Madrid: Dos años después de su debut en Primera y con tan solo 20 años, demostró a toda Europa que era el próximo mejor portero del mundo en Glasgow, en una final de Champions, entrando al campo por un lesionado César Sánchez y ante una avalancha continua de los alemanes del Bayer Leverkusen. Salvó a  su equipo, y fue nombrado el héroe de la Novena. Diez años después se consolida como el capitán del Real Madrid, conocido como “San Casillas” por lograr paradas inverosímiles que además de ganar partidos, ganaban campeonatos.

Su asignatura pendiente, como la de cualquier jugador español, fue ganar un título con la Selección. Mientras se pegaba palos con el Madrid año sí y otro también, su oasis se halló en “La Roja”, dónde logró ser protagonista a pesar de ser portero y a pesar de formar parte de una plantilla plagada de estrellas mundiales. Si, Villa hizo los goles, Xavi repartió el juego,  Torres marcó el gol de la Eurocopa e Iniesta el del Mundial... pero Casillas, con el brazalete de capitán enganchado al corazón, supo liderar a los suyos desde la portería. No sólo no se sintió solo, sino que logró ser el centro de atención. Como siempre lo fue. Nunca le chutaron en abundancia, pero siempre respondió más alto que cualquier expectativa posible.  En la Eurocopa, en la tanda más decisiva que se recuerda, detuvo dos penaltis. Luego en la final, levantó la Copa de Europa, la segunda de la historia de España. En el Mundial, en el momento más importante de la historia de la selección española, salvó dos mano a mano ante el holandés Arjen Robben que en cualquier otro momento, en cualquier otro lugar, hubieran acabado en gol. De nuevo levantó otra copa, la del Mundo. Nunca un portero fue tan decisivo. Nunca un portero fue tan premiado. Nunca un portero fue tan vitoreado, por nada menos que 46 millones de españoles. Hoy, Iker Casillas ha jugado 126 partidos con la selección, el que más de la historia. A sus treinta años, dice que aún es joven, que los porteros duran más. Muchos como yo querrían que duraras toda la vida, porque me es imposible imaginar la portería del Bernabéu sin ti, la portería de la Selección sin ti, el fútbol en su totalidad sin ti.

David Orenes / @david_lrl

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