España llegaba a ese duelo con la moral por las nubes: tras el fracaso en la Eurocopa 04 donde cayeron en la primera fase a los mandos de Iñaki Sáez, la selección respiraba un optimismo desbordante que contagiaba a cualquiera. Se ganaron los tres partidos de la fase de grupos, con un equipo joven que estaba dispuesto a todo, comenzaba a prosperar la generación de Villa, Iniesta, Alonso, Torres, Ramos, Cesc y compañía. Enfrente, una Francia envuelta en un mar de dudas que había acabado segunda en su grupo por detrás de una modesta Suiza. La prensa también estaba eufórica, todos recordamos el titular de MARCA: "Vamos a jubilar a Zidane". La etiqueta de gran favorito para la cita fue una losa muy pesada para los de Luis Aragonés, que vieron como caían por 3-1 a pesar de haberse puesto por delante en el marcador. Una vez más, la historia nos puso cara de perro. Pero, como he dicho, aquella fue la última y definitiva decepción.
Porque esa generación que cayó aquel día y que estuvo a punto de quedarse fuera de la Eurocopa 2008, reaccionó a tiempo para llegar más fuerte que nunca a Austria y Suiza y conseguir un trofeo que no se contemplaba desde hacía 44 años. Desde aquella derrota ante la Francia de Zidane, todo han sido alegrías, récords, celebraciones, buen fútbol, imágenes para el recuerdo. Aquella Eurocopa y el posterior Mundial dieron a España la autoridad y la confianza que ha necesitado durante toda su historia. La losa con la que cargaba la selección se había convertido en gravilla ante un juego magnífico que desplegaba sobre cada terreno de juego y que maravillaba incluso a las aficiones rivales. Así llegó España a esta Eurocopa, a pesar de la palabrería que no cesa incluso en los mayores éxitos.
Clasificados para cuartos como líderes de grupo, de nuevo se repetía una historia casi idéntica a la de 2006: llegaba Francia, envuelta en un mar de dudas tras su humillante derrota ante Suecia. La diferencia es que, esta vez, España no sólo infundía respeto, sino admiración, pánico, complejo. Los galos, que trataban de tocar el balón con solvencia desde que Laurent Blanc llegó al cargo, tuvieron que jugar con nueve jugadores en campo propio prácticamente durante todo el partido. Los bleus habían tenido la posesión en sus tres partidos de fase de grupos, pero ante España la entregaron a cal y canto. Se metieron atrás, reforzaron la banda derecha con Reveillere y Debuchy (para defender mejor los ataques de Alba e Iniesta) y dejó en el banquillo a uno de sus mejores jugadores, Samir Nasri, para que jugara Malouda, interior de más oficio que el mediapunta citizen. España salió sin "9" para que volviera Cesc al once (decisión muy criticada, pero Fábregas está demostrando que tiene que ser titular). Se esperaba una encerrona francesa donde solo se pudiera entrar por las bandas, pero era muy difícil por la izquierda, tapada completamente, y poco decoroso por la derecha, donde esperaba un Arbeloa bastante limitado. Además, cada centro desde la banda se iba al limbo sin nadie que los rematara.

España nunca había ganado a Francia en partido oficial. Jamás. Muchos pensaron que ya tocaba una derrota después de cuatro años de éxitos, pero esta selección no tiene techo. Si, España ha cambiado la historia, porque las desgracias, los "maleficios", la mala suerte... todo se ha esfumado para siempre. La decepción hace tiempo que se convirtió en orgullo. El orgullo de ser español.
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