Sin embargo, tres minutos después, comenzarían a fraguarse los siete minutos más intensos y emocionantes de la Eurocopa hasta ahora. Yarmolenko, uno de los mejores del partido, centró un balón desde la derecha para que un grande del fútbol apareciera con un prodigioso remate de cabeza y estableciera el empate en el luminoso. Sólo seis minutos después, Ucrania botó un córner desde la izquierda y de nuevo aquel gran jugador remató con su cabeza anticipándose a toda la defensa sueca para remontar el partido. Hasta ahora parecía que vagaba por el campo, más muerto que vivo, con 35 años a sus espaldas, las rodillas malheridas y dos grandes ocasiones erradas. Su titularidad era discutida por muchos (delanteros como Devic o Milevskiy estaban más en forma) pero no por todo un país que aplaudió a su ídolo cuando saltó al campo. Andriy Shevchenko, uno de los mejores delanteros del mundo en la última década, no estuvo un año entero preparándose en el equipo de su vida (el Dinamo de Kiev) para no jugar "su" Eurocopa. El capitán de Ucrania, con el "7" a la espalda y aclamado por todo un país, se encargó de devolver toda la confianza, todo el apoyo y toda la gratitud que había recibido marcando dos goles en apenas siete minutos, dos goles que remontaron el partido del debut de Ucrania en la Eurocopa. Dos goles que serán recordados por ser los primeros marcados en la historia de Ucrania en esta competición. Los marcó Shevchenko para dar los primeros tres puntos a su país, para hacer soñar a miles de aficionados, para volver a demostrar que los viejos rockeros nunca mueren, que los grandes jugadores nunca se rinden.
Esperando a que sonara el pitido final, Shevchenko aguardaba en la banda de pie, nervioso, deseando que terminara el partido para celebrar esa victoria con la misma ilusión con la que celebró en su día las semifinales conseguidas por el Dinamo de Kiev ante el Real Madrid, la Champions lograda en 2003 con el Milan o el Balón de Oro con el que fue galardonado un año después siendo nombrado mejor jugador del mundo. La felicidad que transmitía con su rostro no se puede describir con palabras, al igual que una imagen que quedará para los anales del fútbol: el abrazo entre los dos mejores jugadores de la historia de Ucrania, Sheva y su entrenador, Oleg Blokhin, al finalizar el encuentro. Un país recupera la ilusión gracias a un jugador que muchos daban por muerto, pero que a base de esfuerzo y lucha insuperables ha conseguido volver a maravillar a toda Europa. Un mito, una leyenda viva. Andriy Shevchenko.
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